viernes, marzo 11, 2005
La gran isla
Se inicia aquí una nueva serie de relatos con la socorrida excusa de contentar a mi sombrero (el de la "foto javifields").
La tierra de mi sombrero es una gran isla, la tercera más grande del mundo tras Groenlandia y Nueva Guinea (no, Australia no lo considero isla, sino continente), con 743.325 km2, es decir, un 50% más grande que España: es Borneo.
Borneo, en el centro.
En la foto podéis verla. Rodeada de mares con nombres evocadores: mar Sulú y mar Celebes al este, mar de Java al sur y mar de la China meridional al norte y al oeste.
Si agrandáis la foto (cedida por Google Earth) veréis que está políticamente dividida en 4 "trocitos": Sarawak y Sabah, al noroeste y noreste respectivamente, pertenecientes a Malasia; Kalimantan, el trozo mayor (tan grande como España), en el centro y sur, perteneciente a Indonesia; y el sultanato de Brunei, país independiente, incrustado entre Sarawak y Sabah.
Lo difícil si te pierdes en ella es encontrar a alguien. Quiero decir a otro humano, o como dicen por allí a un orang asli. Está habitada tan sólo por unos 13 millones de orang aslis. Tampoco es fácil encontrar al pariente más cercano, el orang utan; hay menos y se esconden mejor. Es difícil contarlos, pero dicen que no quedan más de 18.000 y que al paso que vamos (deforestación) su desaparición es inevitable en no más de veinte años. Una pena, son una monada.
Tras las huellas de Sandokan
El lunes 12 de agosto de 2002, desde Kuala Lumpur (recordadme más adelante que os cuente cosas de esa ciudad), Juan decidió volverse a Calatayud (las fiestas de Calatayud son lo primero para Juan) y los otros siete "expedicionarios" cogimos un vuelo de Malaysia Airlines con destino Kuching.
Kuching, la ciudad del gato, es la capital del estado de Sarawak, en el noroeste de Borneo. Es la tierra de las andanzas de Sandokan, el héroe de las novelas de Emilio Salgari (¿habéis leído algo de él? en mis años mozos yo leía mucho a Salgari...). Con una superficie de aproximadamente una cuarta parte de la extensión de España, Sarawak tiene una población de unos dos millones de habitantes, la mayor parte concentrada en unas pocas ciudades, así que se puede decir que es una gran selva casi deshabitada.
Aún siendo la capital y estando habitada por medio millón de personas, en Kuching se tiene la sensación de estar en "la puerta de los confines del mundo". Una anécdota: cuando íbamos por la calle, ya de noche, buscando un hotel, unos niños andaban tras nosotros señalándonos, riendo y sin parar de gritar. Entraron al hotel detrás de nosotros (podéis imaginar que no frecuentamos hoteles de lujo). El encargado de la recepción echó a reir y nos dijo:
¿Sabéis que están diciendo los niños? Dicen:
"¡hombres blancos! ¡hombres blancos! ¡hombres blancos!"
"¡hombres blancos! ¡hombres blancos! ¡hombres blancos!"
En Borneo somos los hombres blancos. Es una sensación extraña, pero placentera.
Os preguntaréis, ¿qué sentido tiene una vez que uno está en Kuala Lumpur y ha recorrido lo más interesante de la Malasia peninsular meterse en un avión para ir a pasar una semana a una ciudad de Borneo, por muy ciudad-del-gato que sea?
Pues ninguno, salvo escuchar cómo los niños te llaman "el hombre blanco", pasar una semana en Kuching no tiene ningún sentido.
Pero nosotros no íbamos a pasar una semana en Kuching. A la mañana siguiente temprano emprendimos el camino... Objetivo: a la búsqueda de los auténticos indios Iban, los temibles cortadores de cabezas de Borneo, en lo más recóndito del interior de la selva.
Anciano Iban (*)
(*) He recortado de la foto a mis compañeros de viaje, los de las camisetas blancas, espero que no se ofendan, pero el protagonista aquí es el Iban. Por cierto, los Iban cortaban cabezas hasta la mitad del siglo XX. Cuando encontramos al de la foto lo primero que miramos fueron sus manos. Todo Iban se hace tatuajes hasta la muñeca. Pero sólo los que han cortado alguna cabeza en su vida están autorizados a seguir tatuando más allá de la muñeca, en el dorso de la mano. Podéis ver que éste lleva las manos limpias, así que respiramos medianamente tranquilos.
De Kuching a Kapit
Seguramente se puede comprar un sombrero Iban para turistas en alguna tienda de Kuching, pero no es lo mismo. Queremos comprarlo a los indios Iban y en su propia casa.
Los Iban viven en las selvas del interior de Sarawak. Miramos un mapa.
Dos posibilidades para acercarse a la selva: Kapit y Belaga. Belaga está demasiado lejos para nosotros. Hoy es 12 y tenemos el billete de vuelta para el 18, y queremos pasar algún día de relax en las playas de Bako, parque nacional cercano a Kuching. Así que, objetivo: Kapit.
Kapit, con unos 8000 habitantes, es la capital de una provincia con una extensión idéntica a la de la provincia de Huesca (15000 Km2), aunque sólo tiene una cuarta parte de la población de ésta (es decir, unas 50000 personas). Exactamente, viven 3'7 habitantes en cada kilómetro cuadrado (compárese con la densidad de los países del mundo). El 70% de la población de la provincia de Kapit son indios Iban y viven desperdigados por una densísima selva primaria que ocupa el 80% de la superficie de la provincia. La única forma de moverse por ella es navegando por sus ríos.
Para llegar a Kapit hay que ir en barco de Kuching a Sibu, en la desembocadura del río Rejang (que con sus 640 Km es el más largo de Malasia). Son "sólo" 5 horas en barco por el mar del sur de China. Una vez en Sibu se debe coger un bote que recorre los 141 Km río arriba hasta llegar a Kapit en "tan solo" 4 horas.
Río Rejang, camino de Kapit
Así es que, si tienes suerte, no te asaltan los piratas filipinos del mar del sur de China, llegas a Sibu a tiempo para enlazar, y no te congelas en el barco con el superaireacondicionado que se gastan por estas latitudes, es posible levantarte una mañana en Kuching y dormir esa misma noche en Kapit, en el auténtico culo del mundo.
Sólo puede llegarse a Kapit en barco. Tuvo un pequeño aeropuerto pero cerró en 1997 por su escaso tráfico. No hay demasiado turismo, tiene un total de 12 hoteles/hostales (1 de 2 estrellas, 1 de 1 estrella y el resto sin estrellas) y entre todos ellos suman 230 habitaciones. Así que lo raro es ver un turista por la calle. Es una ciudad pequeña. Unas pocas calles paralelas al río atravesadas por otras pocas calles perpendiculares, y nada más. Tiene un fuerte que fue construido en 1880 para frenar a los indios Iban y evitar que se adentrasen río arriba en las tierras de los Orang Ulu (los Iban tenían la fea costumbre de cortarles las cabezas a los pobres Ulu). Como ya habréis deducido de éste y del capítulo anterior, orang significa "la gente" (orang asli, la gente original o aborigen; orang utan, la "gente" de la selva; orang ulu, la gente de río arriba; etc.).
Me dicen que Kapit también tiene un estupendo hospital, pero tras mis experiencias en Cartago (léanse posts anteriores) decido no conocerlo...
Primera longhouse
Desde Kapit es ya posible, tras breve viaje por pista selvática en furgoneta, acercarse en una mañana a ver una longhouse.
La longhouse es el poblado tradicional de los indios Iban. Es una edificación de madera levantada unos metros sobre el suelo, a modo de palafito. Su forma es alargada pues su interior está dividido en pequeñas viviendas familiares adosadas (o bilek) cubiertas por el mismo techo. Todas las puertas de las viviendas dan a una galería común cubierta, en la que hacen mucha vida social, y en el exterior hay otra galería descubierta de igual superficie que la cubierta y que sirve para secar pimienta, tender la ropa, etc. Cada una de las viviendas consta de un par de habitáculos, más la cocina y un "baño" (espacio con un agujero en el suelo que da a la la selva).
En esta primera "longhouse para turistas" nos encontramos unos craneos humanos colgados en la galería, puestos allí lógicamente para satisfacer el morbo de los turistas (antiguos indios Iban = cortadores de cabezas).
Intentan vendernos su producto estrella: telas estampadas para fabricar el sarong, o pareo con el que visten. Nos parecen caras y no compramos ninguna, pero vemos que a la salida de algunas viviendas familiares hay colgados sombreros y les pedimos ocho, uno para cada uno de nosotros más otro para Juan (el que se fue a Calatayud). Se sorprenden e inicialmente dicen que no, que son suyos y los usan para salir al exterior, pero al ver que nos vamos a ir sin comprar nada (no creáis que arriesgábamos mucho, los craneos colgados parecían ya antiguos...) nos detienen y buscan por el interior de las viviendas hasta encontrar cuatro sombreros. Cosen a cada uno su casco interior (el que se ajusta a la cabeza) y nos los venden por 20 ringits cada uno (unos 5 euros).
Observando como cosen los sombreros (los chupa-chups los llevamos nosotros, les encantan)
Sólo hemos podido comprar cuatro de los ocho sombreros que queríamos y nos ha sabido a poco la visita a la longhouse de turistas, así que por la tarde nos iremos a buscar una "de verdad"...
Llegada a Rumah Bengan
Longhouse de Rumah Bengan (*), en Nanga Sut:
- Latitud: 2°0'0 N
- Longitud: 113°7'0 E
- Población aproximada: un centenar de personas
Foto de satélite, desde Kapit en el extremo izquierdo a la zona de Nanga Sut en el derecho (NASA World Wind)
Accesible desde Kapit, con suerte y si el caudal del río lo permite, tras una hora y media en canoa aguas arriba.
Llevamos con nosotros un guía-piloto-traductor-yloquehagafalta. Siguiendo sus instrucciones, compramos en el mercado de Kapit unas gallinas, unas botellas de licor, unos chupa-chups, tabaco y alguna otra cosilla. Son regalos para los Iban de Rumah Bengan. Ellos son muy hospitalarios. Siempre dan cobijo en su casa a todos los visitantes. Para agradecer su hospitalidad, es habitual darles unos regalos.
La canoa es bastante cómoda. Mucho más ancha que alguna otra que hemos conocido en la Malasia peninsular.
La bienvenida en las casas Iban siempre la dan los niños. Hay muchos y están encantados con los visitantes (supongo que por los chupa-chups y porque tenemos todo el tiempo del mundo para jugar con ellos). Nadie en la longhouse habla algo distinto a su propia lengua, y nosotros no sabemos nada de malayo, salvo "selamat pagi" (buenos días), "nasi goren" (arroz con pollo), o esta frase más elaborada que hemos leído en un cartel a la entrada de una cueva "keselamatan adalah tanggung jawab sendiri" (entra bajo tu propio riesgo). Así que todo lo arreglaremos con nuestro "terima kasih" (gracias). De todas formas, con los niños no hace falta hablar, enseguida te hacen sentir como en casa.
Incorporamos esto a nuestro vocabulario: "selamat datang" es bienvenidos en malayo; "nama berita" es hola en lengua Iban.
Como llegamos bastante sudados (no es raro, en estas latitudes todo el día andas igual) nos llevan a un río cercano de aguas limpias para poder bañarnos. Dentro del agua parece de noche; no lo es, pero la selva cerrada impide que pase la luz. No quiero ni pensar en qué tipo de serpientes habrá por esta zona... aún recuerdo las "siete pasos" y las "matabueyes" de la selva del sureste de Costa Rica... o las sanguijuelas de la selva de Taman Negara en la Malasia peninsular...
Baño junto a Rumah Bengan
(*) He buscado tanto Rumah Bengan como Nanga Sut en Google y en la base de datos de topónimos del programa NASA World Wind. Nanga Sut aparece en ambos. Rumah Bengan no aparece. Así que si no me equivoco ésta es la primera aparición en internet del nombre de esta longhouse.
Sacrificio a los dioses
Tras el baño en el paradisíaco rio escondido en la selva nos dedicamos a la actividad fundamental de esta gente: dejar el tiempo correr sentados en la galería cubierta...
Entenderse en malayo o en su variante iban es francamente difícil y el guía-piloto-traductor-yloquehagafalta parece haber terminado ya su jornada laboral y pasa de nosotros. Por cierto, en el diccionario de la lengua de la Real Academa Española tenemos algunas palabras directamente robadas de la lengua de esta gente: bambu (bambú), kakak tua (literalmente "hermana mayor", cacatúa), mangga (mango), orang utan (literalmente "gente de la jungla", orangután), penggoling (literalmente "que se enrolla", pangolín). Desgraciadamente con esas palabras es difícil llevar una conversación, incluso construir una frase, así que la única actividad posible es jugar con los niños.
La sorpresa llega antes de cenar. Por supuesto, como huéspedes estamos invitados a cenar con ellos, pero antes deberemos rendir culto a sus dioses y llevar a cabo una pequeña ceremonia.
Malasia es un país oficialmente islámico pero dada la variedad de razas presentes en el país y también por razones históricas se practican otras religiones, fundamentalmente la budista, la hinduista y la católica. Bueno, todo eso es válido en el resto de Malasia. Aquí, en el interior de esta selva de Borneo, las cosas son algo diferentes. Estamos a diez horas y media en barco+bote+canoa (y eso en el siglo XXI) de Kuching, capital de la región. Hemos sido previamente tratados con un "cóctel profiláctico" contra la malaria y otras fiebres. Aquí no llegaron ni los curas, ni los monjes, ni los imanes. La religión mayoritaria de los Iban es la animista. Tienen muchos dioses y espíritus, con Petara a la cabeza. Sus disertaciones religiosas hablan de augurios, presagios y arroz. El objetivo fundamental de la religión aquí es "garantizar" una buena cosecha de arroz, base de su alimentación. Así que el arroz también tiene su espíritu y hay que mantenerlo contento.
Lo dicho, antes de cenar debemos ofrecer a los espíritus diversas viandas multiplicadas por siete (cardinal de nuestro grupo de visitantes). Así, en la foto siguiente veréis a Javi, nuestro negociador oficial, a punto de sacrificar una gallina y dándole unos "viajes" por encima de los siete platitos de arroz, siete huevos, siete platitos de etc etc. Toda esa comida no será para nosotros, sino que será ofrecida a los espíritus en un baúl que cuelga del techo y que podía verse en una foto anterior de la galería. Javi, hay que hacer bien la ceremonia, no olvides la extraña afición que tuvo esta gente a cortar cuellos ajenos...
Mientras Javi suda la gota gorda pensando en su cuello, Jorge le pega a un chupa-chups como si la cosa no fuera con él. Esto es lo que observa, quiere unirse al juego...
La fiesta del chupa-chups
Ummmmm... Vean en la foto lo que hay colgado de la pared... quedaría perfecto sobre mi cabeza...
Amanecer en una casa Iban
Tras la ofrenda a los espíritus y la cena de arroz con pollo pasamos la noche en el dormitorio de la casa del jefe. A él ni le vemos pero nos recibe amablemente su mujer. La mujer del jefe es también un cargo importante en una longhouse. La casa del jefe consta de dos habitáculos espaciosos, una cocina al fondo y al lado de la cocina un cuartucho con un agujero en el suelo que hace las veces de baño (en un ventanuco, un macaco encerrado en una jaula y con bastante mal genio). Los colchones no son gran cosa pero la habitación es bastante mejor que algunas otras que hemos conocido en "hoteles" de esta zona o de otras partes...
Antes de dormir nos ofrecen un libro de visitas para que escribamos lo que queramos. Contamos firmas y nombres de no más de una veintena de visitantes a la longhouse en lo que llevamos de año (estamos en agosto). Nos sentimos unos privilegiados por estar allí con ellos y así se lo hacemos saber por escrito en inglés y en español (en realidad se lo hacemos saber a futuros visitantes, que por otra parte lo sabrán perfectamente... en fin, es igual).
Para desayunar nos ofrecen un trago de licor de arroz "Cap Pelantuk - Arak Merah", 35% de alcohol, 4 ringits la botella, es decir, 1 euro (lo sé porque es uno de los regalos que les hemos traído). Mis compañeros declinan la invitación. Yo, más amante de los digestivos y espirituosos, y sobre todo amantísimo de mi cuello (rechazar comida o bebida en una casa Iban no está bien visto y, en caso de tener que hacerlo, existe un gesto específico para ello que por supuesto desconocemos) acepto gustoso y me echo un buen trago a su salud. Todos sonreimos ampliamente y salvamos los cuellos.
Me levanto de la mesa (osea, del suelo, pues aquí se come en el suelo) con la garganta aún caliente y salgo a admirar el paisaje (ayer, tanto baño y tantas emociones fuertes sentados en la galería, apenas tuvimos tiempo).
Cuando entro todos empiezan a dedicarse a lo habitual: dejar el tiempo correr sentados en la galería. Igor y Silvia, sin duda los más lanzados de los expedicionarios, se han unido al corrillo de mujeres y niños. Me pregunto de qué les hablarán...
Charlando en el corrillo mañanero
¿Habrán retirado la comida de la ofrenda a los espíritus del baúl que cuelga del techo o habrá empezado a pudrirse allí mismo? Y el sombrero sigue colgado en la misma pared...
Las tareas del hogar en la casa Iban
Los hombres de la casa han debido salir a trabajar (el 80% de los Iban viven del cultivo del arroz). Así que los que quedamos en casa nos repartimos las tareas del hogar. Una mujer pone pimienta a secar en la galería externa.
Otra mujer tiende la ropa, también para secar (no sé cómo se secan ni la ropa ni la pimienta con la humedad que tienen aquí, entorno al 80%). Toda la superficie de madera visible, la galería externa, está levantada a unos dos metros del suelo como el resto de la casa por medio de troncos.
Uno de los expedicionarios (yo) se dedica a fotografiar a los niños. Observen los dientes puntiagudos del niño. Parece que han sido limados.
Otro expedicionario (Javi) se dedica a jugar con ellos a un juego con piedras parecido a las tabas.
Innecesario decir quién no gana ninguna partida...
Negociación, despedida y vuelta
Nos faltan cuatro gorros para volver todos cubiertos a España, entre ellos el mío. Y los que hay colgados en algunas puertas de las habitaciones de la longhouse son más espectaculares que los que compramos en la otra longhouse. Están recubiertos por una tela estampada de colores, similar a las que usan para sus sarong. Uno de ellos, de fuerte colorido, me encanta. Soy un poco hortera. Nos lanzamos a negociar. Finalmente pagamos 15 ringits por cada uno, es decir, menos de 4 euros.
Para matar el tiempo hasta la hora de vuelta vamos a hacer un trekking por la selva con nuestro guía-piloto-traductor-yloquehagafalta, volvemos a la longhouse, nos dan de comer (más licor de arroz), un último baño en el mismo sitio de ayer y a la canoa. Los niños salen a despedirnos. Han sido 24 horas inolvidables.
La vuelta es más rápida. Es río abajo. Llegamos a Kapit a punto para coger el último bote hacia Sibu. Hacemos noche en Sibu, donde por cierto conocemos en un garito de muy dudosa reputación a unas cantantes filipinas con unas faldas sorprendentemente cortas y que cantan fatal...(*) pero esa es otra historia.
Al dia siguiente salimos para Kuching y, sin parar allí ni una hora, lo justo para reservar algunas de las escasas camas que hay en nuestro destino, embarcamos de nuevo, ahora hacia el parque nacional Bako. El bote no nos puede llevar hasta la costa así que nuestra llegada al parque por mar es bastante espectacular...
Y como en algún punto hay que cortar la historia la termino aquí, tomando el sol en las playas del parque nacional Bako. Por cierto, es otro lugar muy recomendable para los que huyen del turismo masivo: cuenta con un total de 98 camas pequeñas repartidas entre 12 bungalows y 18 plazas más en un camping. Si no se tiene plaza para dormir sólo te dejan entrar al parque con un permiso de día. Así que por la noche se dispone de 2700 hectáreas para un máximo de unas 100 personas... (270000 m2 por persona, con selvas y playas para pederse).
Hoy ocupa un lugar en mi dormitorio
(*) Y hablando de garitos, si en Kapit pasáis por el karaoke no entréis salvo que lo que vayáis buscando sea un puticlub... No es difícil de encontrar. En realidad te encuentra él a ti pues las chicas te llaman a gritos desde la puerta.